viernes, diciembre 28, 2007

Inocencia PERDIDA

YO NO NACÍ MENTIROSA.
Pero mis padres me exigían demasiado.
Buenas notas, formalidad, aseo, vestimenta adecuada, compostura.
No se me permitía vestir con libertad, ni reunirme con mis amigas, mucho menos salir con chicos.
Y me sentía prisionera,con solo 14 años.
Empecé a hacerlo como una salida fácil a mis pequeños errores. Yo no era perfecta, como ellos pretendían, así que un día en el que perdí el autobús, les dije una pequeña mentirijilla, fue fácil.
Lo que me sorprendió es que ellos aceptaron la mentira mucho mejor que la verdad ¿es que mis propios padres no querían verme como realmente era?
Luego fueron las notas, las salidas los fines de semana, el cambio de ropa en el ascensor, ya no podía parar. Me inventé una personalidad para ellos, ideal a sus ojos, ellos estaban felices, sin ver lo que realmente ocurría y yo podía hacer mi vida.
Aunque llegó un día que ni yo misma sabía quién era, eran demasiadas mentiras. Necesitaba empezar a controlar algo sino la montonera de cartas empzarían a derrumbarse.


Comencé por no cenar. Luego fue el desayuno, ya nadie me controlaba, para ellos era perfecta. Fui reduciendo las cantidades de alimento que mi cuerpo asimilaba. Prácticamente solo comía manzanas y lechuga. Agua en los últimos tiempos.
Y ahí están ellos. Convencidos de que lo han hecho bien y que su hija era perfecta. Aun ahora, no pueden creerse que estén asistiendo a mi propio entierro.

YO NO NACÍ INFIEL.
Nunca pensé que me pudiera pasar a mi. Creo en el amor y pienso que cuando amas, solo tienes un único objeto de deseo. Lo que no pensaba es que se pudiera dejar de amar y que necesitara tanto hacerlo, que lo arriesgaría todo por un poco mas. Es una auténtica adicción.
Cuando el día a día mató el amor, cuando ya no había restos de mariposas en el estómago, cuando mis ojos no brillaban, cuando intentábamos reconstruir y caíamos una y otra vez, supe que, simplemente, se había acabado.
Aun así, en mi interior, yo sé que no buscaba nada, al menos conscientemente, pero entro él en mi vida. Y ya no le pude echar.

Mis días de desengaño, de tristeza, de soledad me habían hecho sensible a la limosna que alguien pudiera darme. Me sentía vacía y seca. Aun así, y sabiendo que no era bueno, que no había futuro, que estaba engañando,que me había vuelto premeditada y oscura, mis ojos volvieron a brillar, mi corazón a latir, y mi sangre a fluir. Era lo más fuerte contra lo que he tenido que luchar. Y caí. Y lo sigo haciendo. Porque me da la vida a la vez que me la quita. Porque es amor, al menos una clase de amor. Un amor diferente.
Nunca pensé que sería una adúltera. Pero lo soy. Y lo peor es que vivo con ello.

YO NO NACÍ PROSTITUTA.
Me crié en un pequeño pueblo de La Mancha. Sencillo.Tranquilo.
Estudié lo básico y luego me puse a trabajar en una tienda de ultramarinos para ayudar a mis padres. Poco a poco, salíamos adelante. Nunca me consideré valiente,ni cobarde tampoco, simplemente la vida nunca me había puesto en ninguna situación en la que tuviera que tirar para adelante.
Conocí a José, nos enamoramos y nos casamos. Él era un poco más ambicioso que yo, tenía sueños y un pequeño taller de motos. Quería ir a la capital, probar fortuna y dar un futuro "mejor" (¿mejor?yo había tenido una buena vida) a nuestro hijo, que ya tenía unos meses.
Nos mudamos y al principio todo fue más o menos bien. Trabajamos mucho. Él montó su taller con esfuerzo y empezó a hacer una clientela, yo encontré trabajo de cajera en un super.
Llegaron los mellizos y bueno...la cosa se complicó un poco. No teníamos suficiente para la guardería y tuve que quedarme en casa, con los niños. En esa época, a José, se le cayeron dos de sus más importantes clientes, unos que utilizaban las motos como vehículos publicitarios y se notó muchísimo en la facturación mensual. Empezamos a tener deudas.
No lo pudo resistir y con 37 años tuvo un infarto fulminante.
Él no aguantó y yo no le pude ni llorar.
Tenía tres pequeñas bocas que alimentar y rápido. Estaba en juego el piso; el taller ya lo había perdido al no poder hacer frente a los pagos pendientes.
Esa tarde tuve mi primer cliente. Curiosamente, por la noche, era más fácil colocar a los niños, pues alquilaba mi cama a una inmigrante ilegal a cambio de que cuidara a los pequeños.
Esa noche, con ese cliente, lloré a mi marido.
A mi pueblo. A mi tienda de ultramarinos. A los sueños de grandeza.
Pero mis hijos comen y duermen bajo techo.
Pero yo sigo llorando cada noche.

YO NO NACÍ ASESINA.
Parecía el matrimonio ideal. Qué suerte había tenido. Aunque nunca había sido una belleza ni era de las chicas más populares de mi entorno, él se fijó en mi. Quizá influido por el dinero de mi padre, bueno, eso lo sé ahora.

El caso es que yo andaba supercontenta, presumiendo de chico, guapo, con estilo, cultura y un buen apellido aunque con escasos fondos.
Los primeros meses parecieron funcionar bien, él llegaba tarde a casa pero trabajaba mucho, al menos era lo que me decía. No era demasiado cariñoso pero yo lo justificaba debido al stress de su trabajo, de la responsabilidad de ocupar un cargo directivo en la empresa de mi padre. A mi no me importaba, yo era feliz.
Todo cambió al quedarme embarazada. Se volvió huraño, brusco, callado. No era ese el estado de un feliz padre primerizo.
Yo no estaba ya tan contenta, ciega y feliz y algo en mi interior me hizo resurgir, salir de esa apatía y sumisión en la que, hasta ahora y refugiada en mi buena suerte a la hora de pescar marido, me había sumergido.
Empecé a cuestionarle. Las llegadas tan tarde, los movimientos de dinero, el olor a perfume. La primera bofetada no se hizo esperar. Me partió el labio. Su frialdad fue lo que más me asustó.
Durante unas cuantas semanas no me atreví a respirar pero una cuenta en números rojos me hizo reaccionar ¿qué estaba haciendo el hombre con el que vivía?
Según él, vivir como le correspondía, que ya tenía suficiente con aguantarme a mi, a la hija del jefe, a la que nadie quería soportar.
No sé si fue el nuevo ser que llevaba en mis entrañas pero me enfrenté a él y le dije todo lo que se merecía. Ya no le quería ni ver. Me constaban sus salidas con otras mujeres y el desprecio que me tenía a mi y a toda mi familia. Pero lo último no pude gritárselo, me volvió a partir la boca, me cruzó la cara, me empujo, me dio una bofetada, y una patada envenenada con tanta ira y con tan mala suerte, que me mandó directamente al hospital.
Perdí a mi hijo. El que me había dado la valentía. El que me había hecho abrir los ojos.
No volvía derramar una sola lágrima después de esa noche en la que me ahogué en mi propio llanto.
En cuanto pude andar, tenerme en pie, no lo dudé un instante. Me convertí en una asesina.
¿Arrepentida? aquí, entre los barrotes de mi celda, te diría que NO.

2 comentarios:

Mafi dijo...

UFF!!
Primero, hay que coger aire para empezar a leer.
Segundo, leer con el corazón y dejarse llevar.
Tercero, mirar a tu alrededor para comprobar que nadie de los que tienes al lado ha notado que te brillan los ojos.
Eden, estas son las tres cosas que he hecho durante la lectura de tus relatos.
Sin palabras.
Besossss!!!

Montse Rius dijo...

Joer, Mafi, solo por ese comentario tuyo ha merecido la pena escribir esas historias, que, aunque inventadas, pueden ser las de cualquier mujer, la tuya, la mia...

Llevaba ya tiempo rondando por mi cabeza aunque sin forma alguna. Quizá no peguen en un blog "ligero" como es este, pero en fin....siempre he escrito de todo un poco y en el fondo, no hago si no reflejar pensamientos, sentimientos y vibraciones que existen en mi y a mi alrededor
.
Gracias por esa opinión, de verdad.
A ver si pronto nos vemos!

Un beso y feliz Año!!!