martes, julio 01, 2008

Las calles de mi AYER


Siempre vuelvo a sus calles. Al menos, con el pensamiento.
Ese refugio de la memoria al que regresamos para sentirnos bien.

Recuerdo el olor de la noche, olor a azahar, que se metía por los agujeros del alma y te hacía saber que estabas de nuevo allí.

Sus calles estrechas, de blanco impoluto, se coloreaban con las flores maceteras que adornaban sus balcones. Y la vida. Que bullía por cualquiera de sus rincones. Era todo lo contrario a estar muerto. Era la primavera frente al otoño de mi ciudad.

Cuando, por alguna de sus calles, salías al Paseo, al mar, y tenías la suerte de ver reflejada la llama plateada de la luna en las tranquilas y nocturnas aguas, te quedabas mirando extasiado y te preguntabas porqué no podías sentirte todo el tiempo así. En paz con el mundo.

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